Nadar con peces que no saben donde están.

Te necesito y me muero de pena. Aprendí cuando gané mi primera carrera, que no siempre tendría una linea sobre la que pisar, a pesar de los años vividos, a pesar de la pena de un libro de la música muda de noches en vela. Las verdades no vuelan, las mentiras son ciegas y gritan y lloran, a veces, incluso patalean. Se piden millones de cosas por Reyes, te quieren tirado en el suelo, se pirden en miedos sin fondo y se fundan en sacos de arena rotos. Pelean por un primer puesto en el cielo a primera linea de playa, a los pies de la falda de la seño enfadad. No mires a atrás o adelante muchacha, el presente en lo que evita que caigas, y si no puedes, tienes mi mano en la tuya aunque a veces no la notes, para guiarte en las rachas dificiles en los mares más profundos que no tienen dueño y están en guerras constantes para gobernan un terreno, que sin ser fielmente de nadie, es propiedad del mundo que machacamos todos los días con nuestra furia al pisar descalzos de camino al destino, que sin haber elegido, nos secuestra entre mandos de haz esto y no hagas lo otro.