Nada es suficiente para vivir, con los ojos abiertos se necesitan muchos besos y más flores. Querer verte muerto y seguir viviendo con tu ausencia. Aceptar que estas y no querer irte a la cama. Seguir bebiendo mientras me miras al otro lado de la ca(lle)(m)(r)a, subiendote la cremallera de camino a donde estabas. Reirte y mirarme, sonreir y yo poder adivinar lo que piensas, tus ideas que se salen por los ojos, marrones y en su sitio, mirando al frente, con la espalda ancha y manos grandes. Que bonito soñar despierta a horas a las que se debería dormir. Horas que no se pueden llamar buenas horas, horas de volver volando a lo alto de algún árbol. Caminar poco a poco y haciendo mucho ruido para que te miren al marchar, moviendo el culo y las caderas, que no te miren así las tetas. Llamarles por su nombre y seguir andando. Hablar de lo que nunca pensaste que hablarías con nadie. Sonreir y pensar que hay noches que trastoran, sin necesidad de beber más que agua del caño, fresquita, de la fuente. Como las chicas guapas de hace muchos años que iban a la fuente del pueblo, en mitad de la plaza, con un cantaro en la cintura.
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