La culpa fue inventada para evitar el razonamiento ante lo evidente de las pruebas porque no hay más de 24 horas en un día, ni menos de sesenta segundos en un minuto, que te llega para dar la vuelta al mundo en ochenta días [son, ochenta nada más, para dar la vuelta al mundo] Pierdete de mi vista, entre la ayer y mañana, metete debajo de la cama y llámame con señales de humo por la ventana. No te dejes la puerta abierta, para que entre el miedo o los sueños desgarrados de misterios sin respuestas aparentes. Los gatos ahogados en cubos de lágrimas, secadas en puestas de soles desolados a la luz de las legañas que se cuelgan en tus lágrimas, besos, marañas, mañanas, vientos, nieve, juegos y temeridades que no critican tu esperanza de volver a encontrarme viva en la inmensidad de recordarte como eras, como fuiste, como viniste a mi cabeza. Es mejor que volvamos a salir a la calle, las paredes de juntan demasiado a mi. El sábado es un buen años, quedamos a la semana de siempre, en el lugar esperado. (Ni se te ocurra llevar al gato)
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