Compraría un sombrero para poder quitármelo cuando te veo. O quizás el sombrero ya lo tengo y solo falta que nos encontremos, en la terraza de algún bar a las afueras de la ciudad, donde no lleguen los truenos de mi tormenta cuando me entere de la cantidad de horas que quemaste en mi cabeza, del tiempo que se queda esperando arrinconado detrás de la puerta, escuchando conversaciones que no le interesan.
Es verdad que nunca me dio esperanza, pero tampoco me la quitó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario