130, menos ciento ochenta, son cincuenta.

Me giro hacia la barra del bar donde tu estás, y allí es donde tus ojos me dejan desarmada rompiendo en mil trocitos mi parte más exacta, se cae mi teoria convertida en un montón de palabras, que vuelven solas a casa, solas, relativamente, el taxista da las buenas noches y conduce en silenco, no se siquiera si tenia la radio puesta. Sufrí porque no sabia si tenia dinero y alfinal le regalé un euro. Pero el berrinche no me lo quita nadie. O bueno, igual me lo invento. Nadie más que yo, sabe justo lo que paso(por mi cabeza) cuando mis pies me llevaron a casa.