Un melón, con pezón de sandía.
El amor se crea en el cerebro, con las endorfinas como flechas de Cupido.
Vamos a soplar la raya del amanecer porque estás esperando un tren. Un tren que te llevará muy lejos. Tú
sabes dónde quieres que este tren te lleve, pero no sabes dónde te
llevará aunque en el momento que subes, eso deja de tener importancia, pues el traqueteo araña los párpados y los hace caer sin verguenza ni pereza.
Juegate un polvo al trivial del amor, tu piensa que si eres un poco constante, puede que lo consigas o no. Pero vamos, que yo te animo. A llegar a una habitación y apagar la luz, llegar a tientas hasta la cama, pasar la mano por el borde, hasta llegar al otro lado. Quitar de allí en medio la almohada y subir la rodilla al tiempo que te vas quitando las zapatillas, que casi caen solas por gravedad, y allí está lo que esperabas, una nota con tres palabras y un olor que te haría girar la cabeza entre una arabunta en cualquier punto del planeta. Un beso por atrás y el espacio de una firma que no había, ni hubo, ni habrá.
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